Modos, Grieta y Fisuras
Nota realizada para el diario La Nación
Luis Tonelli, Director del CENTRO RA FCE UBA
Cuando la política se fragmenta, y esto es lo que ha venido sucediendo en la Argentina desde 1983, es necesario que más políticos se tengan que poner de acuerdo. Por suerte, descubrimos algo que, afortunadamente había ya sido inventado: las coaliciones. O algo parecido a ellas.
Por el lado del peronismo, la cuestión se decidió dentro de su tradición movimientista, algo atemperada en épocas de Netflix y Tinder, recurriendo al recurso un tanto gaseoso del Frente para juntar compañeros, algunos camaradas -y algún que otro ucedeista-.
Por el lado del no peronismo, con su prosapia institucionalista, se recurrió al artefacto típicamente coalicional: el de la“Alianza”, para después tornar hacia el más marketinero “Juntos”.
Nótese que ya desde el vamos, estamos hablando de peronismo y no peronismo. Esos dos “mo-
dos” sempiternos de la política argentina heredados del siglo pasado, y que pese a toda el agua que ha pasado debajo del puente, siguen siendo los ordenadores de la política argentina. Lo que es lo mismo que decir que el voto por estas playas sigue determinado estructuralmente por variables sociodemográficas.
Por supuesto, estos dos modos no agotan la política argentina. Siempre hubo un tercer modo,
que es una especie de cajón de sastre que reúne a los que no votarían ni a un peronista expreso o a un no peronista manifiesto si es posible votar por un tercero “independiente” de cierta relevancia. Sin embargo, este tercer modo muestra, que en última instancia, los dos modos principales también determina ese voto tercerista, digamos que “en última instancia”: en el 2015 obligados a votar entre un candidato peronista (Scioli) o uno no peronista, (Macri) ese 20% que había votado a Massa y forzado el balotaje terminó poniendo la boleta en la urna tal como lo índica el
patrón sociodemográfico. Los votantes provenientes de sectores más populares al candidato peronista, los mas acomodados al candidato no peronista.
O sea, que este tercer sector no es una Corea del Centro, como muchas veces se lo ha nombra-
do, sino un Norte de Corea del Sur, y un Sur de Corea del Norte. Más aún, cuando Sergio Massa unió al frente Renovador con el Frente de Todos, Alberto Fernández obtuvo en las PASO el mismo
porcentaje de votos que Scioli en el balotaje (48%),. La gran diferencia es que el sector peronista del Frente Renovador acompañó a Massa en esa aventura con el Frente de Todos que recién empezaba, Dato adicional: los electores que habían votado para gobernador de Buenos Aires en el 2015 a Felipe Solá, dividiendo al peronismo, y permitiendo así que María Eugenia Vidal se metiera por el medio, y venciera a Aníbal Fernández, votaron en bloque en el 2019 a Axel Kiciloff, siendo derrotada Vidal pese a conseguir más votos que en el 2015.
Obviamente, no hay nada escrito en el cielo para que ese tercer sector no crezca y pueda colocar
a su candidato entre los finalistas, pero hasta ahora eso no ha sucedido. Nota bene: Mauricio
Macri, que inicialmente tenía afinidades peronistas, adoptó finalmente un perfil mas, como decirlo, gorila, y lideró (y quiere liderar), el no peronismo.
Que haya estos modos, sin embargo, no nos dice nada de cómo se da la dinámica política y la
competencia electoral. No hay que confundir “modos” con “grieta”, que es una lógica que dirige
la política hacia los extremos, que se autosostienen uno con el otro, paradójicamente, por el nivel
de rechazo que tienen ambos. En realidad, nadie de un extremo votaría al otro extremo. Los
enemigos de estos exponentes polarizados son los políticos de su propio modo que asumen una
posición centrista.
Cuestión importante, la polarización ideológica (la Grieta) no genera polarización electoral; más
bien, aliena a un centro que puede votar a una tercera opción de estar disponible, como el Frente
Renovador en el 2015. Lo que genera polarización electoral es la convergencia de las dos fuerzas
mayoritarias al centro, según lo postuló clásicamente el maestro de maestros, Giovanni Sartori. Y,gana la fuerza que conquista el centro. Como siempre pasó en la Argentina: con Alfonsín, Menem, De la Rúa, Kirchner, Cristina Fernández, Macri y Alberto Fernández. La ex Presidenta, ya representante excluyente de uno de los polos, sabiendo que no le alcanzaba para ganar, entronizó en jugada electoral maestra, al “profesor de la UBA” Alberto Fernández que permitió la incorporación del moderado Massa y así conquistó su centro, ganando en primera vuelta.
Así que tenemos “modos”, tenemos “grieta”, en los extremos de los dos modos principales, pero
también tenemos “fisuras” dentro de los modos. Dijimos que los contrincante de los polos no son los unos contra los otros, sino sus propios socios políticos. Estas tensiones internas, estas “fisuras” son las que han marcado la dinámica del gobierno de Alberto Fernández, bloqueado por las divergencias internas y condenado así a “no gobernar, para sobrevivir”. Cualquier política importante concreta, hubiera enervado al sector posicionado en contra de ella. Como pasó con el acuerdo con el FMI.
La estrategia de los extremos es hacerle bullying a los moderados de su modo, contando con el apoyo de las minorías intensas, que son las que protagonizan el espectáculo de la política (incluso atrayendo la atención de los moderados (lo que no significa que luego eso se traduzca en apoyo electoral. Lo que sucede también cuando uno mira una película bélica: en general no sale
con el rifle a liquidar nazis).
Pero la cuestión se complica cuando aparecen dentro de los modos, verbigracia, el no peronismo, las fisuras de las fisuras: no solo compite los extremos contra los moderados, sino también al interior de los extremos y al interior de los moderados. Esto se exacerba en Juntos por la impresión generalizada de que el peronismo tiene el boleto picado (pero en la política como el fútbol, hay que ser humilde en las predicciones y soberbio con el diario del lunes).
Todo lo cual ha llevado a una parálisis gubernativa en el medio de una crisis que no ha sido aguda porque se ha tornado crónica. Los problemas son estructurales y demandan acuerdos sólidos sobre análisis profundos, cosa que simplifica horrorosa y fatalmente la dinámica polarizada que consiste en insultar al otro del modo más ingeniosamente posible, como si el partido para sacar de la decadencia a la Argentina se resolviera con cantitos de hinchada.
En el peronismo hay sordos ruidos en relación a las candidaturas, pero operaciones de prensa
que han tenido la delicadeza de una película de sexo explícito ya presentan a Sergio Massa como
candidato. También apareció la fórmula Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey, que si llega a
buen término y va por afuera, puede restarle votos al candidato/a del Frente de Todos. Recién
comienza la carrera, pero la elección de un candidato centrista sigue la lógica que llevó al Frente de Todos a la victoria, aunque esta vez navega un Titanic que no se hunde porque esta varado.
La respuesta de la oposición ha sido presentar a estos moderados como lobos con piel de cordero, con los opositores asumiendo el papel de lobos. La fisura entre el polo extremo y el larretismo centrista es así cada vez más grande. Pero la oposición debe recordar la máxima electoral más
importante: “modo que se fragmenta, pierde”.