Un repaso sobre las PASO. Reglas electorales, selección de candidaturas y partidos políticos en Argentina.

Un repaso sobre las PASO.  Reglas electorales, selección de candidaturas y partidos políticos en Argentina.
Por Miguel De Luca (UBA-CONICET)

Introducción

En Argentina el proceso de selección de candidaturas a cargos públicos nacionales está regulado desde 2009 por la Ley 26.571, denominada oficialmente como de “Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad electoral”, pero más conocida como “las PASO”, en referencia a su distintiva disposición sobre primarias abiertas, simultáneas y obligatorias .

Bajo esta regla se celebraron cinco elecciones nacionales: tres presidenciales (2011, 2015 y 2019) y dos legislativas intermedias (2013 y 2017). Además, durante el mismo período de su vigencia casi la mitad de las provincias escogieron a los postulantes a sus cargos más relevantes con disposiciones similares, entre ellas cuatro de las cinco de mayor padrón electoral (ciudad y provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza). Existe, por tanto, una importante evidencia acumulada para examinar los múltiples usos y derivaciones sobre la política argentina de este complejo dispositivo y un cúmulo relevante de juicios e investigaciones de especialistas. 

A su vez, en los últimos tiempos algunos referentes gubernamentales y dirigentes partidarios se inclinaron por la suspensión o directa derogación de las PASO. Por ejemplo, tras las celebración de las primarias en 2019, el ex gobernador y senador nacional por Misiones Maurice Closs (Frente Renovador de la Concordia) presentó un proyecto de ley para suprimirlas, con el argumento de que no resultaron ser un mecanismo razonable para garantizar la democratización de los partidos políticos y devinieron en un elemento de inestabilidad política imprevisto” (Perfil, 16/08/2019). Y la diputada nacional Alma “Chani” Sapag (Movimiento Popular Neuquino) anunció la promoción de una iniciativa similar en razón de que “las PASO han actuado como una especie de primera vuelta electoral, una encuesta seria antes de la verdadera primera vuelta, que se realiza ciento veinte días antes del recambio presidencial, costando una fortuna al erario público”(La Tecla Patagonia, 25/9/2019).

Hacia fines de 2020, en plena pandemia, el diputado nacional Pablo Yedlin (Frente de Todos) presentó una propuesta para suspender las PASO por única vez, la que obtuvo el apoyo de varios mandatarios provinciales de distinta orientación partidaria. Sobre esta última iniciativa, el presidente Alberto Fernández expresó: “Es un planteo más que nada de los gobernadores y que está fundado en dos cuestiones. La pandemia no se ha superado y cuanto menos tengamos que movilizar a la gente mejor. Y también puede servir para destinar esos recursos a gastos que la pandemia nos exige, como las vacunas. Es una decisión que impulsan los gobernadores, me voy a someter a lo que el Congreso decida” (La Nación, 11/12/2020).

En líneas generales, los argumentos críticos para eliminar -definitiva o provisoriamente- las PASO pueden agruparse bajo tres etiquetas recurrentes y una coyuntural. Las primeras tres: nulo/bajo efecto sobre la democracia intrapartidaria, costo fiscal, y potencial impacto negativo sobre la gobernabilidad. La segunda: aumento de riesgos sanitarios en tiempos de pandemia.

Este trabajo se propone repasar los distintos efectos de las PASO sobre los partidos y la competencia política en Argentina, brindando evidencia y algunos ejemplos ilustrativos sobre cada uno de ellos[1]. Y, también, proporcionar algunos fundamentos para responder a estas cuatro críticas mencionadas. De esta manera, el texto pretende contribuir al debate sobre las reglas electorales, los procesos de selección de candidaturas y las organizaciones partidarias en Argentina[2]

Problemas de la política y recetas con formato de reforma: las PASO

Algunos años antes de la crisis de 2001 – como también inmediatamente después-, la Argentina exhibía problemas en las dos grandes dimensiones de la política institucional de todo país democrático: la gobernabilidad y la representación política

La gobernabilidad estaba fuertemente afectada por la evolución de dos factores. En el primero, la fragmentación electoral, su crecimiento podía observarse en la cantidad de listas en competencia en cada votación legislativa bienal primero y, en consecuencia, luego en el aumento del número de bloques parlamentarios en las cámaras de Diputados y del Senado nacional (varios cuyos integrantes provenían de las minorías que se alejaban de los partidos tradicionales, fenómeno sobre el que se ampliará más adelante). Por ejemplo, en la década de 1980 el promedio de listas de postulantes a diputados nacionales era de 250, mientras que en 2007 había superado las 350. En 1983, los 254 miembros de la Cámara de Diputados se agrupaban en 11 bloques (un promedio de 23 legisladores por bancada), mientras que en 2009 los 257 parlamentarios se distribuían en 45 bloques (un promedio de 6 diputados por bancada). En 1983, el Senado de 46 miembros contaba con 7 bloques, mientras que en 2009 los 72 senadores se agrupaban en 21 bloques (una media de 3 por bloque). 

El segundo factor que impactaba sobre la gobernabilidad era la desnacionalización del sistema partidario, o la “territorialización” de la política partidaria, manifestada en la ascendente autonomización de los dirigentes provinciales respecto de los liderazgos partidarios nacionales, tanto en el Partido Justicialista como en la Unión Cívica Radical. Este fenómeno repercutía, entre otros aspectos, sobre los mecanismos para la distribución de recursos por parte del partido en el gobierno nacional cualquiera fuese éste: la creciente presión por satisfacer intereses locales atentaba contra todo intento de adoptar estrategias o políticas nacionales. 

Por su parte, la representación política presentaba una faz complicada en la evolución de la integración de las listas de postulantes a cargos legislativos, ya desde entonces foco de la crítica bajo el rótulo de “lista sábana”[3]. Con las tradicionales votaciones “internas” los oficialismos partidarios, antes tolerantes hacia las minorías, se mostraban cada vez más proclives a marginarlas. Este comportamiento se desarrollaba en forma simultánea al proceso de reemplazo de las internas “cerradas” (solamente habilitadas para la participación de los afiliados) por las “semiabiertas” o “abiertas” (con derecho de voto extendido a los no inscriptos en otros partidos o a todo el electorado), promovido para conseguir objetivos tan distintos como menguar la crítica hacia los métodos tradicionales de selección de candidaturas, atraer a nuevos votantes o “instalar” en la arena electoral a competidores neófitos.

En consecuencia, las minorías -tanto las peronistas como las radicales- comenzaron un progresivo proceso de escisión de la organización a la que históricamente habían pertenecido y construyeron nuevos partidos, contribuyendo al crecimiento de la ya ascendente fragmentación electoral. Tres ejemplos de este fenómeno en la arena política nacional: el Frente Grande de Carlos “Chacho” Alvarez, el GEN de Margarita Stolbizer y el ARI de Elisa “Lilita” Carrió[4]

Las PASO, unas primarias “universales” o primarias “para todos y todas”, impactaron directamente sobre cada una de las dimensiones políticas mencionadas, porque si bien son, principalmente, un mecanismo para la selección de candidatos a cargos públicos, no se trata de uno cualquiera, sino un procedimiento dispuesto de modo uniforme para todos los partidos políticos, independientemente de su orientación ideológica, relevancia electoral o arraigo territorial. 

Y esta influencia de las PASO puede apreciarse en múltiples efectos que, para describirlos en forma breve y gráfica, en este texto llevarán los rótulos de una serie de instrumentos de uso familiar: filtro, soldador, carro, bisturí,radiografía y llave.

Las PASO funcionaron como un filtro al disponer que las agrupaciones políticas que no obtuviesen un apoyo igual o superior al uno y medio por ciento (1,5 %) de los votos válidos emitidos en el distrito en el que compiten quedarían excluidas de la elección. En este cometido las PASO apuntaron a contener la fragmentación del sistema partidario; constituyeron un umbral a sortear tanto por nuevas fuerzas políticas como por desprendimientos de los partidos tradicionales.

Tres observaciones generales para apreciar los resultados de la función filtro. Primera: en la competencia presidencial, la cantidad de candidaturas descendió desde las 18 (2003) y las 14 (2007) a 6 (2015 y 2019). Por su parte, el umbral del 1,5 por ciento no fue superado por tres precandidaturas en 2011, cinco en 2015 y cuatro en 2019 (véase Tabla 1). 

Tabla 1: Candidaturas presidenciales por elección

Segunda: en la competencia por cargos de diputados nacionales, las listas presentadas descendieron de 356 en 2007 a 156 en 2011 y 104 en 2015. Y mientras en 2009 los 257 diputados se distribuían en 45 bloques (un promedio de 6 diputados por bancada), en 2021 la Cámara exhibe 19 bloques (promedio de 13 diputados por grupo). Tercera: los especialistas estiman que cerca de un cuarto de las listas de aspirantes a diputados nacionales no supera el umbral de las PASO[5]

La función de las nuevas reglas electorales de filtro fue rápidamente asimilada por los partidos políticos, pero también por los votantes. En las presidenciales de 2011, por ejemplo, cobró notoriedad la campaña “un milagro por Altamira”, orientada a que el FIT (Frente de Izquierda y los Trabajadores) pudiera participar de la contienda presidencial (véase Bullrich, 2011).

Precisamente, la construcción del FIT muestra que también las PASO han sido consideradas (y empleadas) como un soldador, en el sentido de que proporcionaron (y siguen haciéndolo) una manera práctica de resolver una cuestión peliaguda para todo partido político o frente electoral, especialmente entre las fuerzas de oposición: las ubicaciones de los candidatos en las listas. Cuando las pretensiones de los aspirantes o de los integrantes de la coalición no lograban ser satisfechas del todo, si tanto el dedo del caudillo como las roscas a puertas cerradas no conseguían zanjar las disputas, las PASO aportaron una solución eficiente. 

Sin embargo, como todo soldador, las primarias no hicieron ni hacen maravillas; por un lado, requiere de materiales maleables y compatibles y de temperaturas de fusión y tiempos de solidificación propicios, por el otro, cuanta más presión se ejerza sobre la mixtura, más grande es el riesgo de una quiebra o dispersión. Y, claro está, un soldador no sólo combina componentes, también puede forjar una mixtura más sólida y duradera que cada uno de ellos. Creado para las elecciones presidenciales de 2011, el FIT persistió en todos los comicios posteriores y obtuvo resultados históricos para la izquierda troskista en el país[6]. Y todavía más, en 2019 las tres organizaciones fundadoras (Partido Obrero, Izquierda Socialista y Partido de los Trabajadores Socialistas) sumaron a la coalición al Movimiento Socialista de los Trabajadores, desafiando a ese dicho común de la jerga política argentina: “toda fuerza troskista es divisible por dos”[7].

Otros dos ejemplos de las PASO y su función como soldador, uno distrital y otro nacional: FAUNEN (2013) y Cambiemos (2015). En las primarias de FAUNEN en CABA, la Unión Cívica Radical, los socialistas, el GEN, la Coalición Cívica ARIProyecto Sur y Libres del Sur compitieron con cuatro listas (Coalición Sur, Suma+, Juntos y Presidente Illia) y obtuvieron en las elecciones generales cinco diputados y un senador nacional. En las PASO presidenciales de 2015, en Cambiemos compitieron tres precandidatos (Mauricio Macri, Elisa Carrió y Ernesto Sanz) y la coalición obtuvo la presidencia de la república en la segunda vuelta electoral. Mientras que FAUNEN se disgregó poco tiempo después de la elección de 2013, Cambiemos se mantuvo y, bajo la denominación de Juntos por el Cambio, disputó las presidenciales de 2019.

En modo complementario como “filtro” y como “soldador”, las PASO operaron sobre la fragmentación del sistema partidario. El efecto resultante fue la concentración (en vez de fragmentación) del voto y la reducción del número de partidos tanto electorales como parlamentarios. En otras palabras, menos bloques en las cámaras legislativas y menos boletas en los cuartos oscuros. Y ambos menos fueron para mejor.

Pero las PASO no se agotaron en estas dos funciones, sino que también intervinieron sobre la dimensión de la gobernabilidad operando como “carro” y como “bisturí”.

Previo a la instauración de las PASO, uno de los factores causales -pero también consecuencia- de la desnacionalización del sistema partidario era el “desdoblamiento” electoral, en particular bajo la forma de dispersar en el tiempo la elección de los miembros de la Cámara de Diputados nacional[8]

La práctica se inició en la década de 1990 y alcanzó su pico en 2003, cuando los diputados nacionales fueron electos en once fechas diferentes a lo largo de siete meses, comenzando el 27 de abril y finalizando el 23 de noviembre. El desdoblamiento alimentó la autonomía de las organizaciones provinciales de los partidos, tanto de los oficialistas como de los opositores en la arena distrital. Y “Los gobernadores supieron valerse de esta prerrogativa para provincializar las elecciones legislativas, de tal modo que los legisladores electos fueran “sus” diputados y senadores, evitando la injerencia del ejecutivo nacional” (Scherlis 2011: 207). 

Desde la Casa Rosada Néstor Kirchner buscó revertir esta situación y, en 2005 mediante la reforma del Código Electoral Nacional, estableció que las elecciones legislativas nacionales se realizaran el mismo día en todo el territorio del país. La iniciativa buscaba reforzar su liderazgo presidencial a partir de “nacionalizar” la elección, pero sus consecuencias resultaron más amplias y se extendieron hasta el presente. 

La tendencia hacia la nacionalización se acentuó con la sanción de las PASO en 2009: la presión por la nacionalización ya no solamente estaba en la elección, sino que se extendía temporalmente hasta incluir también el proceso de la selección de candidatos. Con las nuevas reglas ya en las primarias los gobernadores debían decidir si se subían o no al carro del partido presidencial y afrontar las consecuencias en caso de no hacerlo. La simultaneidad de las primarias logró que los jefes partidarios provinciales se alinearan progresivamente detrás del liderazgo ejecutivo nacional, pero también lo favoreció para el caso del contendiente con mayores posibilidades de vencerlo en la próxima elección general.

Por su parte, el carácter obligatorio de las PASO las activó como bisturí: este tipo de primarias facilita la injerencia presidencial en la confección de las listas en cada provincia y, así, la consolidación del partido en el gobierno nacional. Hasta 2009, con internas controladas por los líderes provinciales, la injerencia presidencial era posible pero algo limitada, porque los gobernadores podían recurrir al dedazo o al acuerdo entre dirigentes distritales para evitar la competencia interna. Desde entonces, las puertas de las organizaciones partidarias provinciales ya no pueden ser bloqueadas por los líderes del distrito. Como bisturí, las PASO operaron para revertir las tendencias hacia la desnacionalización o territorialización del sistema de partidos, facilitando su integración en el gobierno y en el congreso. 

La descripción de las PASO como un bisturí esencialmente en manos del presidente, por supuesto, no niega la posibilidad de que líderes/candidatos opositores altamente competitivos puedan emplearlas con el mismo fin. Pero los recursos partidarios y logísticos (por no mencionar los institucionales) a disposición de estos actores son inconmensurablemente menores a los que cuenta un presidente a la hora de promover, armar o negociar en cada provincia la lista de candidaturas por el partido. En suma, así como la función de las PASO como soldador es más común encontrarla entre las fuerzas de la oposición, la de bisturí es su contracara: se ejerce más frecuentemente desde el oficialismo nacional; si, como es habitual en una democracia, la expectativa de alternancia se cumple, las principales fuerzas políticas experimentarían cíclicamente ambas funciones.

Sea como filtro, soldador, carro o bisturí, las PASO tuvieron consecuencias beneficiosas sobre la gobernabilidaddel país. Sus efectos persistieron en el tiempo pero, elección tras elección, algunos de ellos resultaron cada vez más modestos (y es poco esperable que esta tendencia se revierta de aquí en adelante). Por ejemplo, las PASO como filtro ya desplazaron a varios jugadores de la arena política y difícilmente en el futuro las fórmulas a la presidencia caigan por debajo de la docena o las listas de postulantes a diputados nacionales desciendan de un promedio de 5 por provincia. 

Pero, como se señaló, las PASO también extendieron sus efectos sobre la representación política, mediante sus funciones de radiografía y de llave.

En efecto, las PASO funcionan como una radiografía en tanto presentan una imagen extendida y precisa de las preferencias de la ciudadanía unos pocos meses antes de la elección general (recuérdese que en las primarias la asistencia a las urnas supera el 70 por ciento del padrón apenas 5 puntos por debajo de la concurrencia registrada en la votación decisiva). 

Este retrato proporciona información estratégica para tomar decisiones tanto a a los votantes como a los líderes y candidatos. A los primeros, el resultado de las PASO les brinda un panorama ajustado, fiable y simple para ratificar o reorientar su voluntad en los comicios nacionales. A los postulantes, los datos de las primarias les pueden resultar útiles para mejorar sus estrategias proselitistas. En este aspecto, las PASO como radiografía pueden considerarse como un recurso político de campaña: ya como anticipo de lo que se espera (o se desea) que ocurra en los comicios generales, ya como imagen de lo que podría evitarse si se cambia el voto. 

En esta función, en consecuencia, las PASO se convirtieron en la primera vuelta de un ciclo electoral con tres (primaria, general y balotaje). Un buen número de quienes en ellas votan por el tercer (o cuarto o quinto) precandidato a un cargo ejecutivo repiensan su voto teniendo en mente a quién prefieren entre los dos ubicados arriba. Y una reflexión parecida se da entre quienes sufragaron en blanco o no cumplieron con su deber en el cuarto oscuro. Este papel de las PASO puede apreciarse en la elección presidencial (como sucedió en 2015), pero también en las votaciones para el ejecutivo provincial: véanse por ejemplo, los comicios para gobernador en Buenos Aires (2015), en Santa Fe (2007, 2011 y 2015) y en Chubut (2015). En todos estos casos, el partido que más sufragios obtuvo en las PASO no ganó la votación general.

Y las consecuencias de las PASO como radiografía pueden apreciarse asimismo en los partidos (o coaliciones) en la “retirada estratégica”, es decir, en el desistimiento de competir con lista propia en la elección legislativa general con la expectativa de eludir un determinado resultado o perjuicio, tal como beneficiar al rival más rechazado o evitar una derrota resonante (De Luca y Malamud 2017d). Tres ejemplos: Córdoba 2011, Río Negro 2017 y Tierra del Fuego 2017. En los tres casos, ante los magros resultados en las PASO y las bajas/nulas posibilidades de conseguir alguna banca en juego, una fuerza provincial resolvió retirar su propia boleta de la competencia general[9]

Las PASO, en cambio, exhiben hasta el momento su faceta menos eficiente en su función como llave, es decir, como herramienta para garantizar la democracia o la competencia intrapartidaria. De las tres elecciones presidenciales (2011, 2015 y 2019) solamente en las de 2015 se celebraron primarias competitivas, y en esa ocasión, apenas para la oficialización de tres fórmulas (Cambiemos, UNA y FIT). Para las elecciones de diputados nacionales, los especialistas muestran que en apenas el 20 por ciento de las primarias se presentan dos o más listas y, de ellas, las genuinamente competitivas no llegan al 10 por ciento[10]

¿Pueden las PASO registrar variaciones en el desempeño de esta función? Hay respuestas para todos los gustos. Para algunos es poco probable, porque parece que sólo son efectivas cuando los rivales compiten dentro de un marco previamente acordado como Massa versus De la Sota en las PASO presidenciales de UNA 2015 (o Rodríguez Larreta versus Michetti en las del PRO 2015 por la jefatura de la CABA) o cuando existe nula/baja incertidumbre sobre quién triunfará (como Sanz y Carrió frente a Macri en las PASO presidenciales de Cambiemos 2015). Mientras que, cuando se tornan muy competitivas o enfrentan a competidores encarnizados, las PASO resultan poco eficientes: quien vence no logra retener todos los apoyos de la agrupación y la sangría de votos puede comprometer la victoria (como Aníbal Fernández versus Julián Domínguez en las primarias bonaerenses de 2015 u otros ejemplos similares a nivel municipal)[11]. Para otros, en cambio, las PASO constituyen la única garantía firme de la democracia intrapartidaria, a la vez que no afectan la unidad partidaria ni complican el triunfo de la agrupación[12].

¿Derogar, cambiar o dejar las PASO?

Las críticas a las PASO y las propuestas para suspenderlas -definitiva o provisoriamente- se fundan en tres argumentos recurrentes y uno coyuntural. Los primeros: nulo/bajo efecto sobre la democracia intrapartidaria, costo fiscal, y potencial impacto negativo sobre la gobernabilidad. El segundo: aumento de riesgos sanitarios en tiempos de pandemia.

Por los motivos expuestos, y de no mediar algunas reformas que modifiquen su actual formato, quizá las PASO no mejoren significativamente su rendimiento como llave, es decir, como impulsoras/garantes de la democracia intrapartidaria. Pero en cualquier caso resulta paradójico que en razón de sus magros resultados en la promoción de la competencia interna en los partidos se plantee la derogación de las primarias, una de las herramientas más universalmente difundidas para asegurar la competencia buscada. 

Frente a las críticas de este tipo deberían, en cambio, ensayarse reformas a las PASO orientadas a mejorar su rendimiento en esta dimensión del proceso de selección de candidatos. En este sentido, tres propuestas parecen factibles. 

La primera: convertir en opcional la competencia por la candidatura a vicepresidente. Este cambio posibilitaría que quien pierda en la primaria acepte esa candidatura, mejorando así las perspectivas de la agrupación de retener votos en las generales y, por tanto, exista un incentivo adicional para forjar una pugna con menos riesgos para las partes. La modificación también constituiría una invitación para que quienes suelen “ir por afuera” prueben el regreso a las filas partidarias y, de este modo, aseguren la competencia interna.

La segunda: permitir para la elaboración de las listas de candidatos los acuerdos ex ante en función de los resultados de las PASO. Los reaseguros obtenidos en esas negociaciones bajarían los costos de una derrota en la primaria y, por ende, aumentarían los incentivos para presentar listas en la contienda. 

La tercera: habilitar la posibilidad de candidaturas múltiples. De este modo las PASO dejarían de ser competencias a “todo o nada”, brindarían posibilidades de acceder a premios menores y, así, fomentarían el interés de potenciales desafiantes intrapartidarios o intracoalición. 

Por otra parte se plantea el costo fiscal de las PASO. Las elecciones son un requisito definitorio de la democracia: no hay democracia sin elecciones. Y las elecciones cuestan. En la Argentina las PASO constituyen una fase del proceso electoral y por lo tanto su costo debe ser contemplado, pero comparándolo con las ventajas y desventajas de otras opciones disponibles, nunca en forma aislada. Además, la discusión sobre los costos de las elecciones debe, ante todo, clarificar su punto de partida. No hacerlo lleva a premisas inaceptables, tales como que, por razones de economía, las elecciones son un asunto prescindible.

En cualquier caso, resulta paradójico que entre los críticos del costo de las PASO se encuentren dirigentes y mandatarios provinciales que promovieron y mantienen en sus distritos prácticas más onerosas, como otra variante del “desdoblamiento” o manipulación del calendario electoral: la desconexión temporal entre la votación subnacional y la nacional (una práctica usual por la que algunos gobernadores buscan separar su destino del de los candidatos de su partido en el nivel presidencial). 

Otras propuestas para eliminar las PASO se funda su potencial impacto negativo sobre la gobernabilidad del país (véase, por ejemplo Zbar y Brusau 2019). La argumentación parte de un escenario particular entre varios posibles: los guarismos de unas PASO de recambio del ejecutivo nacional resultan de tal contundencia que limitan en extremo el margen de acción de un presidente en ejercicio, quien debe seguir al mando durante otros cuatro meses. Pero el razonamiento viene acompañado de una experiencia reciente: la sucesión presidencial de 2019, los 16 puntos de diferencia obtenidos por Alberto Fernandez en las PASO, y las turbulencias del país entre agosto y diciembre de ese año.

Las consecuencias de este escenario pueden mitigarse sin suprimir las PASO. Basta recalcular la combinación entre los plazos de la elección presidencial -establecidos en la Constitución- y los estipulados para las PASO -fijados en la ley respectiva y, por tanto, más fáciles de cambiar. En breve, acortar el período entre las PASO y las generales, que fue de 70 días (2 meses y 9 días) en 2011, y de 77 días (2 meses y 16 días) tanto en 2015 como en 2019. Este ensayo sobre el calendario de las primarias puede mejorar el panorama hacia futuro, pero siempre estará presente el riesgo planteado, incluso derogando las PASO. Porque la coexistencia -sea breve o prolongada- entre un presidente electo y uno en ejercicio es inherente a todos los diseños de gobierno presidencial, definidos entre otros rasgos por sus mandatos ejecutivos fijos. 

Por último, las propuestas por suprimir las PASO apelan también a la actual pandemia. En este caso, y ante la falta de este mecanismo los partidos y frentes deberían armar sus listas por consenso. Y si, como es muy probable, tal cosa no sucede, tendrían que celebrar internas al estilo tradicional (en alguna de las variantes pre-PASO). Porque mientras las PASO están vigentes por ley, y al alcance de una mayoría reformista en el Congreso, la “competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos” y la “representación de las minorías” son derechos reconocidos en la Constitución Nacional. 

Y estas internas organizadas por los partidos y frentes, muy probablemente se desarrollen con menos controles sanitarios que unas PASO de alcance general, agravando la ya crítica situación existente.

En el último año varios países celebraron elecciones para distintos tipos de cargos (ejecutivos, legislativos) y nivel (nacional, subnacional) o votaciones sobre cuestiones (referéndum, plebiscitos), entre ellos Estados Unidos, Bolivia, Perú, Ecuador, Israel, Corea del Sur, Chile y Uruguay. Existe una importante y variada experiencia acumulada que muestra que las elecciones son factibles bajo cuidados y protocolos, con distanciamiento, lugares de votación en lugares abiertos, dispositivos de protección y cronogramas diferenciados. También en este 2021 puede ensayarse una postergación de las primarias para evitar su coincidencia con un eventual pico de contagios y, de paso, acortar en adelante la brecha entre éstas y las elecciones generales (lo que contribuiría a reducir los riesgos de ingobernabilidad ya señalados). En breve, una batería de recursos está disponible para evitar que la democracia y los partidos políticos caigan también entre los afectados por el COVID-19.

Por todo ello, el devenir de las PASO merece una mirada más atenta por parte de los analistas políticos, pero también de los políticos. Porque de encararse cambios, no solamente pondrán en juego su futuro político, sino también la capacidad de respuesta de la democracia argentina a una crisis sin precedentes.

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Zbar, Agustín y Jeremías Brusau. 2019. “La Constitución, las PASO y la gobernabilidad”, en Ámbito, 14 de agosto.

Zelaznik, Javier. 2015. “PASO en deuda”, en bastiondigital.com, http://ar.bastiondigital.com/notas/paso-en-deuda


[1] Para ampliar el panorama sobre la cuestión se recomiendan también los textos de Blando 2021, Page y Antenucci 2019, Pomares, Page y Scherlis 2011, Tchintian y Page 2019, Zelaznik 2015, entre otros.

[2] El proyecto legislativo presentado por la entonces presidente Cristina Fernández de Kirchner contemplaba, además de las PASO, varios otros dispositivos, que no serán abordados en este documento. Entre ellos, 1) la exigencia, para lograr el reconocimiento jurídico como partido político, de un número de afiliados equivalente al 4 por mil de los empadronados del distrito correspondiente, 2) la prohibición de financiamiento a los partidos políticos por parte de empresas u otro tipo de personas de carácter jurídico, 3) la distribución exclusiva de los espacios en radio y TV para la propaganda electoral por parte de la Dirección Nacional Electoral dependiente del Ministerio del Interior, 4) la prohibición a los partidos políticos de toda forma de contratación o adquisición de espacios de publicidad electoral radiotelevisiva.

[3] Para el debate sobre la “lista sábana”, véase Tula y De Luca 1999.

[4] Para ampliar sobre este proceso, véase De Luca, Jones y Tula 2009.

[5] Véase, por ejemplo, Page y Antonucci 2019.

[6] El FIT consiguió tres bancas en la votación legislativa nacional de 2013, una en 2015 y dos en 2017.

[7] Para un estudio en profundidad sobre los cambios introducidos por las PASO y la construcción del FIT, véase Polischuk 2016.

[8] Para ampliar sobre el “desdoblamiento”, véase Oliveros y Scherlis 2004.

[9] En Córdoba 2011, la lista de gobernador electo De la Sota arribó en sexto lugar con poco más de 6 puntos porcentuales. En el distrito mediterráneo se renovaban 6 bancas. En Río Negro 2017, la lista del gobernador Alberto Weretilneck (Juntos Somos Río Negro) quedó tercera con el 18 por ciento, detrás del Frente para la Victoria (41 puntos) y de Cambiemos (19 puntos). Y en Tierra del Fuego 2017, Federico Sciurano, el ex intendente de Ushuaia y presidente de la UCR fueguina, bajó la lista de Unir-TDF, que había logrado en las PASO un cuarto lugar con el 14 por ciento, detras del Frente Ciudadano y Social de los intendentes kirchneristas de Ushuaia y Río Grande (21%), Cambiemos con el 19% y la lista de la gobernadora Rosana Bertone con el 18%. Ambos distritos patagónicos renovaban dos bancas de diputado nacional.

[10] Véase, por ejemplo, Page, 2016 y Page y Antenucci, 2019.

[11] Sobre el impacto de “fuego amigo” en las PASO de nivel municipal, véase Clérici, Cruz y Goyburu 2020.

[12] Para ilustrar esta argumentación pueden citarse algunos ejemplos de municipios bonaerenses donde el intendente en ejercicio (el incumbent) perdió la candidatura en las PASO, pero su partido o coalición logró retener el ejecutivo comunal. En 2015, en Merlo, Gustavo Menéndez llegó al ejecutivo municipal tras derrotar al incumbent Raúl Othacehé en las PASO del FPV y lo mismo ocurrió en Almirante Brown entre Mariano Cascallares y Darío Giustozzi. También en 2015, en 9 de julio Mariano Barroso (PRO) le ganó al intendente Walter Battistella (UCR) en la primaria y a Horacio Delgado (FPV) en las generales. En Moreno, sucedió en los últimos dos comicios, siempre en el FPV: en 2015 Walter Festa venció a Mariano West y luego ganó la general, y en 2019 Melina Fernández derrotó a Festa en las PASO y después logró la victoria comunal con más de 30 puntos de diferencia. En 2019, en el municipio de Presidente Perón, Blanca Cantero llegó a la intendencia tras desbancar a Aníbal Regueiro en la primaria del FPV.

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