Javier Milei, ante dos problemas que ningún presidente tuvo que enfrentar a la vez

Javier Milei, ante dos problemas que ningún presidente tuvo que enfrentar a la vez

Luis Tonelli, Director del Centro RA, para el diario La Nación

En política no hay que confiar demasiado en el Cielo, sino que más bien hay que hacer
crecer y volver eficiente al ejército de soldados para ganar la batalla.

Javier Milei enfrenta dos problemas que ningún presidente argentino tuvo que enfrentar a la vez. El primer problema fue el protagonista central de su discurso en el Congreso: una crisis monumental que la deberá enfrentar con suma urgencia, vigor e inteligencia, ya que el abismo de un estallido de la economía no ha sido neutralizado con su mera asunción. El monstruo está vivo y corriendo hacia él. Afortunadamente para el país no se ha producido ese colapso sistémico, que sumaría sus efectos nefastos a los que ha producido una crisis en cámara lenta cuyos resultados trágicos fueron detallados por el Presidente.

Sin embargo, Milei no tendrá a su favor que la situación tocara fondo antes de que asumiera. Por eso la descripción casi apocalíptica del estado de la situación que hereda. Para que los argentinos tomen conciencia de los peligros y especialmente de las dificultades que se presentan. Los problemas no solo seguirán sino que el mismo Presidente advirtió de la coyuntura que se viene: la de la estanflación. O sea, continuará la inflación agregándosele una caída mayor del consumo y un aumento del desempleo. La Argentina se volvió adicta a un gasto público que mantenía un cierto nivel de actividad –con el colateral muy negativo de una altísima inflación y una perdida de productividad pavorosa–. Pero ahora, mientras dure el ajuste, ese nivel de actividad puede no poder mantenerse. Y no está escrito en el cielo que el ajuste tenga por si mismo, éxito. Si no está bien hecho, la estanflación puede producir una caída en los ingresos públicos, que haga que se le corra de atrás al déficit. El gobierno de Fernando de la Rúa ostentó no inflación, sino que hasta generó deflación. Hay otras variables críticas que deberán contemplarse con un programa integral, que no solo tiene que planificarse sino ser llevado a cabo.

Esto nos lleva al otro problema mayúsculo que enfrenta el nuevo Presidente se lo autoinfligió, pero fue su carta de triunfo para llegar a la Casa Rosada: el espesor institucional de su gobierno es escuálido. Por un lado, su ataque a la casta le impondrá restricciones a la realización de acuerdos políticos de supervivencia con los otros actores con los que comparte poder. Hasta ahora, la alegría de una victoria, que se basó en una campaña doblemente negativa, hacia el gobierno pero también hacia la oposición, no tomo nota de la distancia de las promesas libertarias respecto a las decisiones pragmáticas que ha tomado. Milei ha trocado convicciones por responsabilidades, y el Círculo Rojo respiró aliviado. Pero corre el riesgo del desencanto si el pragmatismo que deberá tener no satisface a muchos de los que lo votaron creyendo en su argumento contra la casta. Un detalle, Milei fue generoso en la integración de su gabinete menos con un sector político que lo acompaño desde el primer día: el de los libertarios, que sufrieron una purga, digamos, preventiva.

El apoyo parlamentario esta casi presupuesto por Milei, pero las dinámicas internas de las fuerzas políticas producen ante la conmoción de la llegada de un outsider a la Presidencia un conflicto que debilita el poder del oficialismo en el Congreso. Solo la Unión Civica Radical puede mostrar incluso su galvanización en un bloque único parlamentario. La institución presidencial argentina cuenta con recursos de poder, pero el apoyo parlamentario es imprescindible. Y, por definición, si no se convence, para vencer hay que gastar dinero. Como hizo Macri para neutralizar el conflicto social y lograr apoyo parlamentario. Lo que le valió no poder contener el deficit ni la inflación.

El problema es que ese dinero no está hoy, y que justo ese modo de hacer política es el que ha criticado Milei violentamente. Hay otro camino, muy peligroso, tanto si se tiene éxito como si no se lo tiene, al decidir tomarlo: el camino de la represión. El Presidente no lo mencionó de ese modo, pero invitó prematuramente al activismo político a una pulseada que lleva a un libertario a depender de su tan odiado Estado. Y que, cuando menos, se encuentra no solo destartalado sino que el mismo diseño constitucional divide los poderes políticos, multiplicándolos en cada nivel federal. Y parafraseando al politólogo Richard Neustadt, “lo que la constitución separa, los partidos políticos hoy no lo une”.

El Presidente tiene razón que fue la Generación del 37 la que plasmó en la Constitución del 53 el ideario de las libertades individuales, en un texto de avanzada. Pero esa Generación se definió como Romántica y crítica del liberalismo abstracto de un Bernardino Rivadavia, quien no tuvo en cuenta con los “bueyes que araba”.

Milei ha demostrado sagacidad y audacia en su ascenso veloz al poder. Sin embargo, la cita evangélica de Macabeos en su discurso puede ser apropiada para la homilía de la misa laica celebrando su asunción. Pero en política no hay que confiar demasiado en el Cielo, sino que más bien hay que hacer crecer y volver eficiente al ejército de soldados para ganar la batalla. La virtualidad del mileísmo deberá aprender y muy rápidamente a enfrentar las duras y materiales realidades del gobierno.