Resultados de la segunda vuelta: la victoria de la opinión

Resultados de la segunda vuelta: la victoria de la opinión

Javier Milei acaba de transformarse en el próximo presidente de la Argentina, obteniendo el 55,69% de los votos. Este dato, no obstante, responde a una foto de momento que no debe ser vista como una constante a lo largo del tiempo. Es decir, Milei no tiene asegurado un respaldo superior a la mitad de los votantes para todo su mandato, sino que eso dependerá de los niveles de apoyo o de rechazo que vaya cosechando desde el primer día de su gobierno.

En línea con lo planteado en el párrafo anterior, Milei podría transformarse en un presidente impopular. Evitar esto debería ser un desafío para él, para su presidencia y para la gobernabilidad. Pierre Rosanvallon diferencia la legitimidad procedimental (aquella que obtuvo Milei al haber ganado la elección) de la confianza (la cual depende de la performance del gobernante a lo largo del tiempo). Esto implica que un presidente puede ganar con muchos votos, pero transformarse rápidamente en impopular al perder la confianza (ejemplo, Alberto Fernández). O también uno puede ganar con pocos votos, pero devenir en un presidente popular y poderoso (ejemplo, Néstor Kirchner).

A nivel electoral que es lo que cuenta hoy, de la elección general al balotaje Milei aumentó su apoyo electoral en más del 25%, mientras que Massa solo lo hizo en casi 8%. Esta diferencia se reprodujo en los más de 10 puntos que hubo entre uno y otro en el resultado final (55,69% para Milei y 44,30% para Massa).

La victoria de Milei se replicó en prácticamente todo el país. Ganó en todas las provincias salvo en tres: Buenos Aires, Formosa y Santiago del Estero. En catorce de las veinte provincias (más la Ciudad de Buenos Aires) donde Milei resultó ser el más votado, lo hizo con una diferencia de dos dígitos. Destaca aquí Córdoba y Mendoza como aquellas donde, respecto a la candidatura de Massa, dicha distancia fue de 48% y 42% respectivamente.

El triunfo del candidato de La Libertad Avanza también destaca en cuanto al crecimiento electoral que la misma tuvo en la segunda vuelta en comparación a la primera. Si bien por una cuestión lógica tanto Milei como Massa sumaron votos, solo el primero lo hizo en prácticamente todas las provincias (con la excepción de Santiago del Estero) alcanzando los dos dígitos de incremento (destaca allí provincias como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires). Massa alcanzó esta cifra solo en la Ciudad de Buenos Aires y en Córdoba (donde paradójicamente perdió con Milei con la mayor diferencia a nivel provincial). En el resto de las provincias, Massa creció por debajo del 10%. Evidentemente la victoria de Milei no dependió de nichos territoriales, sino que fue altamente nacionalizada. La legitimidad procedimental alcanzada por Milei en todo el país es innegable. Tiempo atrás, este resultado tendiente a la nacionalización, hubiera sido imposible imaginar por la misma naturaleza territorializada de La Libertad Avanza. Sobre esto volvemos más adelante.

Cuadro 1: Performance de Milei y Massa entre primera y segunda vuelta presidencial (2023)

   

     Fuente: elaboración propia en función de datos del Ministerio del Interior.

La popularidad necesaria para resultar electo presidente, Milei la construyó a base de mostrarse como un referente diferente a la “casta” y con un programa que promete resolver los grandes problemas de la Argentina. Así, su candidatura no solo fue el elixir que exigía el “voto rechazo” cansado de la inflación, la pobreza y la corrupción, sino que desde un clivaje establishment-antiestablishment logró penetrar en diferentes sectores sociales, incluso los más bajos. La victoria en provincias de bajo desarrollo económico así lo demuestra. Adicionalmente, en la segunda vuelta logró captar el respaldo de la inmensa mayoría del voto opositor un mes atrás. En este sentido y de acuerdo a Daniel Schteingart Milei habría sumado cerca del 90% de los votos de quienes habían votado por Bullrich y del 70% de los de Schiaretti.

Como decíamos recién, mucha gente respaldó a Milei buscando un cambio de 180° a la situación política y económica. Pero también hubo otro sector de la sociedad que votó en contra suya principalmente por sus posturas disruptivas, desde la puesta en duda sobre los consensos básicos alcanzados en democracia hasta agendas como el aborto o la misma dolarización. Ahora bien, el resultado de la elección demuestra que el voto rechazo (hacia las fuerzas que vienen gobernando y los resultados de sus políticas) le terminó ganando al voto miedo (aquel que expresa dudas y miedos en cuanto a personalidades, posturas frente a consensos básicos y políticas propuestas). En un caso y en el otro, la construcción de preferencias estuvo vinculado a lo que Milei “ofrece” a futuro: cambios o riesgos. Se prefirió lo primero y evidentemente es un presidente construido desde la opinión.

El tema es que la opinión cambia (es muy volátil y una persona popular rápidamente puede transformarse en su antítesis si la realidad no acompaña las expectativas) y para Milei esto puede ser un problema, si rápidamente la misma pasa a representar una postura crítica sobre el mismo. Es decir, si Milei termina pareciéndose a la casta y no ofrece respuestas favorables a los problemas existentes (si sigue la inflación, si sigue la pobreza, si sigue la corrupción) la “luna de miel” durará poco tiempo. Volvemos a la tensión entre legitimidad procedimental y confianza. En un escenario como el aquí indicado, el 55,69% alcanzado el domingo pasaría a ser un dato viejo y desactualizado.

Milei no debería transformarse rápidamente en un presidente impopular, también porque el porcentaje de votos obtenido no se encuentra reflejado en otros aspectos fundamentales de la política argentina. Milei no tiene (hasta ahora) una organización política sólida distribuida en todo el territorio nacional; pese a haber ganado en prácticamente todo el país, no cuenta con un solo gobernador proveniente de la Libertad Avanza; no cuenta (al día de hoy) con respaldo de sindicatos o movimientos sociales; tiene minoría propia en ambas cámaras del Congreso de la Nación (lo cual va a ser así, al menos los dos primeros años de su mandato). De esta manera, Milei necesita generar consensos para la gobernabilidad futura, no oposiciones, ni darle contenido a las ya existentes. El punto es cómo y con quién hacerlo.

Luego de la elección general comenzaron a surgir pistas al respecto, pues la cercanía a la victoria electoral le generó una modificación en su estrategia política. El discurso disruptivo anti-casta sostenido en el clivaje establishment – antiestablishment es incompatible con toda posibilidad de acuerdos y consensos con las fuerzas tradicionales. Seguir con esa postura en términos “puros” hubiera dificultado acordar con el macrismo por ejemplo. Ni hablar para la construcción de una posible coalición de gobierno. Por lo tanto, luego de los resultados de la elección general, modificó el discurso disruptivo frente a la casta. Ya no era una oposición ante el conjunto de la clase política, sino frente al kirchnerismo. Cambio o continuidad pasó a ser el slogan de cara al balotaje. En este sentido, propuso hacer “tabula rasa” con todos quienes “abracen las ideas de la libertad”. Rápidamente esto se transformó en un respaldo explícito principalmente del sector más duro del PRO liderado por Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Pero esto no se trasladó a otros sectores de JxC: no ocurrió lo mismo con el ala moderada del PRO, con la mayoría de la dirigencia radical y con la Coalición Cívica.

En el corto plazo a Milei este acuerdo (que puede ampliarse a otros sectores, como por los vinculados al peronismo federal de Schiaretti y Randazzo) le otorga tres grandes beneficios. Por un lado, cuadros para ocupar puestos ministeriales, secretarías, organismos del Estado y la misma burocracia. Por otro, puede traducirse en un mayor respaldo de los gobiernos subnacionales liderados por dirigentes de fuerzas afines (como la Ciudad de Buenos Aires). Finalmente, le va a permitir incrementar su base de respaldo en el Congreso, aspecto fundamental para tener mayores chances de promover la agenda parlamentaria.

En cuanto a la arena legislativa, La Libertad Avanza llega al Congreso con 38 diputados y 8 senadores. Muy lejos del quórum: 129 en diputados y 37 en el Senado. El funcionamiento de ambas cámaras dependerá indefectiblemente de acuerdos y aquel que ya está tejiendo con el PRO le permitirá acercarse a dicho número, más no alcanzarlo, pues el PRO estaría en condiciones de ofrecer un número de legisladores similares a los que ya tiene la fuerza de Milei. En otras palabras, en un escenario de disciplina y cohesión entre ambos espacios, el gobierno duplicaría su fuerza parlamentaria, aunque insisto sin alcanzar el quórum propio. Necesariamente deberá ampliar su base de apoyo. De esta situación se deriva entonces dos desafíos adicionales que ya desde el inicio tendrá el gobierno entrante: ampliar su base de apoyo político generando acuerdos con diferentes fuerzas políticas, incluso más allá del PRO; sostener en el tiempo esos consensos. Si Milei se queda sin acuerdos, se transformará en un presidente minoritario per se y potencialmente débil. Insisto en el problema de la ausencia hoy de poder organizativo partidario, sin apoyo en la calle y prácticamente sin gobiernos directamente afines a nivel subnacional.

En síntesis, Milei ganó la elección y por mucho. Ganó en prácticamente todo el país, sacándole más de 10 puntos de diferencia a Massa. Sin embargo, debajo de la alfombra aparecen las debilidades que implican desafíos para el primero. Milei es un político que ha construido su respaldo a base de la imagen de anti-casta. Eso le permitió sostener un mensaje de cambio rotundo mediante el cual obtuvo el apoyo de la mayoría de la ciudadanía para transformarse en presidente. Es un líder de la “opinión”, en tanto su popularidad depende de que la gente siga creyendo que él es alguien diferente a la dirigencia tradicional argentina. Su primer desafío es sostener en el tiempo esa imagen de cambio y de “ser diferente” al establishment.  

Pero también debemos recordar que una cosa es ganar la elección, otra es gobernar y aquí mencionamos las otras debilidades que se transforman en un desafío. Sin poder territorial y baja presencia en el Congreso, Milei se ve ya obligado a construir consensos con otros espacios (incluso antes de asumir). Eso lo llevó a modificar su discurso “anti-casta” por un “anti-kirchnerismo”. Esos espacios los debe construir, pero también los debe sostener en el tiempo. La presencia de desafíos en este aspecto, evidencia los equilibrios que Milei deberá enfrentar para lograr la gobernabilidad y mantener la popularidad.