Futuro de la región: recuperación sostenible y transformadora.

Futuro de la región: recuperación sostenible y transformadora.
La crisis provocada por la pandemia del coronavirus (COVID-19) golpea al mundo y a la región cuando ya mostraban graves problemas de bajo crecimiento, desigualdad y desequilibrios ambientales creados por un estilo de desarrollo insostenible. 

La polarización política, el conflicto y la pérdida de confianza en la democracia son signos de estos problemas estructurales. La pandemia ha creado la necesidad de una acción urgente. Por ello, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) propone un conjunto de políticas que responde a la gravedad de la hora y apunta al mismo tiempo a superar los problemas estructurales.

El documento enfatiza que recuperar en el actual contexto implica reconstruir, actuar inmediatamente en el corto plazo con la necesaria perspectiva del largo plazo, y ofrece propuestas de recuperación y desarrollo orientadas hacia la inclusión social y una transformación productiva con cambio tecnológico y sostenibilidad ambiental, que fortalezca la igualdad y la democracia como el legado más preciado de la modernidad. 

La región se encuentra ante un cambio de época que conlleva procesos de transformación estructural inciertos, largos y complejos, que revolucionan la base tecnológica, la manera de producir, distribuir, habitar y consumir. Por lo anterior es que se propone un gran impulso para la sostenibilidad que articule políticas y coordine inversiones. Este impulso debe abarcar las tres dimensiones del desarrollo sostenible: la económica, la social y la ambiental.

El documento[1] muestra que América Latina y el Caribe debe crecer a una tasa de por lo menos 4% al año y realizar una fuerte redistribución del ingreso (de hasta 3% del PIB anual) para eliminar la pobreza hacia 2030. Este crecimiento solo será posible si se supera la restricción externa al crecimiento mediante una competitividad auténtica basada en el desarrollo de capacidades humanas y tecnológicas nacionales.

Asimismo, este esfuerzo debe estar apoyado en la transición energética y la innovación y difusión de tecnologías ambientales para que la región pueda crecer cumpliendo con los compromisos de reducción de emisiones establecidos en el Acuerdo de París. La tecnología y cambio estructural, la transformación de los patrones de producción y consumo, y el manejo de útiles políticas de Estado deben interactuar y reforzarse para combatir la desigualdad sin destruir los ecosistemas y comprometer el derecho al desarrollo de las futuras generaciones.

Un ejemplo de lo complejo de aunar objetivos económicos y ambientales es el litio. Argentina tiene reservas importantes de este mineral demandado globalmente para la transición a una energía baja en carbono que reduce el impacto sobre el cambio climático. Sin embargo, explotar el litio significa avanzar sobre ecosistemas y donde parte de la ciudadanía local, en muchos casos comunidades originarias, puede presentar objeciones por cuestiones ambientales, sociales, económicas y/o culturales. Luego de decidir si es una actividad que queremos llevar adelante como país, y de resolver potenciales conflictos de manera democrática, el siguiente desafío es explotar el mineral con el menor impacto ambiental y el mayor grado de desarrollo asociado posible (desarrollo de proveedores, por un lado, e industrialización por el otro).

El ejemplo anterior demuestra como la región tiene por delante la gran misión a cumplir a través de una agenda amplia e inspiradora que motorice un cambio de paradigma a través del diseño de políticas públicas ambiciosas, de inversiones verdes en toda la economía y de la movilización de una ciudadanía que pueda volver a creer en el poder de la política para mejorar la vida cotidiana. América Latina debe avanzar hacia un gran impulso para la sostenibilidad con la perspectiva de un nuevo estilo de desarrollo y la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible[2]. Una combinación virtuosa de políticas puede concretar la propuesta de crecimiento regional.

Según la ONU[3], el planeta se encamina a un aumento de la temperatura global de 2,7 °C, un registro alejado del objetivo de 1,5 °C pactado por los países del Acuerdo de París. La organización sostiene que las metas de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero deberían ser siete veces mayores para limitar el calentamiento global al nivel ideal de 1,5°C. 

Por otro lado, en la región se puede vislumbrar que hay una doble asimetría ambiental: América Latina es responsable de un porcentaje pequeño de las emisiones mundiales, pero a diferencia de otras regiones, es muy afectada por sus impactos. Según datos de Our World in data de 2017 [4], si bien actualmente China es el mayor emisor de CO2, ha emitido la mitad de las toneladas que emitió Estados Unidos desde 1751. América del Sur, por su parte, es responsable del 3% de las emisiones globales durante el mismo período. Al mismo tiempo, los estratos más pobres de la población, que son los que menos contaminan, son los más golpeados. En este marco, la adaptación y la mitigación de los efectos del cambio climático son factores cruciales de la competitividad del futuro.

El documento propone políticas de mediano y largo plazo en las áreas de fiscalidad y financiamiento, internalización de las externalidades ambientales, desarrollo industrial, régimen de bienestar y protección social, integración regional y renovación del multilateralismo. Asimismo, sugiere concentrar la atención en siete sectores que pueden ser los motores del nuevo estilo de desarrollo en función de su papel estratégico en las emisiones, la inversión, la competitividad, el empleo y la salud, y propone líneas de política para impulsarlos. Estos sectores se vinculan a:

  • Una nueva matriz energética
  • La electromovilidad urbana
  • La revolución digital
  • La industria manufacturera de la salud
  • La bioeconomía
  • La economía circular
  • El turismo sostenible
     

Si se construyen las coaliciones y se alcanzan los pactos necesarios, se fortalecerán los mecanismos de cooperación regional e internacional cimentados en el multilateralismo que la sociedad y época reclama más que nunca. 

La recuperación transformadora que depara el futuro después del COVID requerirá de pactos sociales para que los objetivos de igualdad y sostenibilidad se conviertan en política de Estado, con la participación de todos los sectores y grupos sociales. 

Ambiente y desarrollo no son antagonismos irreconciliables, pero sí presentan una tensión que es necesario enfrentar para lograr un desarrollo verdaderamente sostenible e inclusivo. La pregunta acerca de cómo lograr ese modelo de desarrollo sostenible en la región latinoamericana, y en Argentina en particular, abre discusiones complejas y acaloradas, pero insoslayables para reconciliar el crecimiento económico con los límites ecológicos.


[1] https://periododesesiones.cepal.org/38/es/documentos/construir-un-nuevo-futuro-recuperacion-transformadora-igualdad-sostenibilidad

[2] https://www.unwomen.org/es/what-we-do/2030-agenda-for-sustainable-development

[3] https://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/comunicado-de-prensa/los-compromisos-climaticos-actualizados-son

[4] https://ourworldindata.org/contributed-most-global-co2