Inflación en alimentos: una dinámica desalentadora

Inflación en alimentos: una dinámica desalentadora

En la segunda mitad de mayo, el relevamiento de precios de los alimentos de la consultora LCG mostró incrementos semanales del orden del 0,80%, algo que se adiciona a subas del 1,2% y 2% semanal en las dos primeras semanas del mes.

Así, el informe indica que, en las últimas 4 semanas, los precios de los alimentos subieron 5,2% promedio, lo cual no deja de ser alarmante, ya que replica el valor de abril, marcando un nuevo piso mensual de aumentos. Aún más, en enero los alimentos venían navegando a un ritmo del 4% por mes, para luego pasar al 6% mensual durante marzo y, ahora, se estabiliza en un nivel considerablemente superior al de los meses de verano (puesto que 5% mensual equivale a un ritmo del 82% anual).

En otras palabras, la comida estaba aumentando a un ritmo del 60% anual y, en base a esta nueva dinámica que se consolida, aumentaría al 80% por año. Dinámica alarmante, más aún con una sociedad donde el 37% de las personas están por debajo de la línea de pobreza (3,3 pp. menos que el semestre previo, pero cabe destacar que se dio en un contexto de crecimiento económico que ahora parece haberse frenado, combinándose con mayores registros inflacionarios, lo cual amenazará con erosionar los ingresos de las personas).

Vale resaltar que justamente la inflación afecta en mayor medida a los que menos tienen (debido a que no pueden diversificar su consumo y, por tanto, los aumentos que sufren). En este sentido, que los alimentos aumenten por encima del 80% por año es preocupante con un tejido social tan dañado, donde el recién a partir del 7º decil un hogar cuenta con los recursos para comprar una canasta básica total por persona.

No obstante, también es cierto que el aumento de marzo en gran parte responde al conflicto bélico en Ucrania que generó un aumento significativo de los commodities, en especial en trigo y maíz, puesto que Ucrania es el 4to. exportador de maíz y Rusia el 1ro. en trigo. Esta caída en la oferta global de alimentos genera un incremento del precio internacional, lo cual impacta a nivel local, puesto que Argentina es tomadora de precios[1]. Así, estas subas se están viendo reflejadas en los aumentos de los alimentos en marzo.

En este sentido, tal como señala el informe de la consultora LCG, durante marzo (momento en que estalló la guerra) los mayores aumentos se dieron en Panificados, cereales & pastas (10,1% mensual), Carnes (6,8% mensual) y Lácteos y huevos (7,1% mensual). Sin embargo, esta abrupta suba dispara una serie de correcciones de precios relativos que tomó lugar también en abril, generando elevados aumentos semanales (1,6% y 2,1% por semana en los primeros 15 días de abril). En síntesis, si bien no se espera que en lo que resta del año esta tendencia se sostenga, estos incrementos generaron un nuevo (y más elevado) piso para los precios de los alimentos.

Sin perjuicio de ello, lo más relevante es que, en promedio, cada 5 semanas todo el menú de precios de los alimentos se actualiza al alza, lo cual exhibe cómo están mutando los contratos de la economía, con plazos de ajuste que cada vez se tornan más breves, propios de una economía bajo un régimen de alta inflación.

Asimismo, estos saltos abruptos, seguidos por breves ausencias de incrementos y, nuevamente, significativos aumentos no hacen más que ejemplificar la dispersión de precios relativos que experimenta la economía, donde fijar precios se vuelve una tarea difícil, ya que se van perdiendo las referencias y los ajustes que se dan deben ser lo suficientes para cubrir aumentos de otros productos que ocurran durante el proceso[2].

En este sentido, en vistas de una dinámica que difícilmente se revierta en el corto plazo, la periodicidad de los ajustes salariales deberá acompañar a la escalada de los precios, de modo que la porción de la sociedad que vive de ingresos fijos (empleados en relación de dependencia, jubilados y pensionados, entre otros) se vea lo menor perjudicada. Claro está, los sectores más vulnerables y los trabajadores informales se posicionan como los más amenazados frente al escenario económico adverso en el que Argentina parecería estar entrando.


[1] El caso de economías que no producen un volumen de exportaciones significativo a nivel mundial como para afectar el precio de referencia se lo conoce como “País tomador de precio”. Por lo tanto, el productor local no elige a qué precio vender su producto en el mercado externo, por lo cual, a la hora de querer vender en el mercado doméstico, el precio de referencia funciona como una variable exógena.

[2] Al mejor estilo “pricing a la Calvo”.