La educación presencial no es el problema sino parte de la solución

La educación presencial no es el problema sino parte de la solución

UNICEF insta a los países de la región a intensificar el retorno al aprendizaje presencial.

A un año y medio del inicio de la pandemia, cerca de 86 millones de niños, niñas y adolescentes siguen fuera de las aulas en América Latina según las últimas estimaciones de UNICEF.  

Sin embargo, al menos 47 millones de niños, niñas y adolescentes han reanudado el aprendizaje presencial en toda la región gracias a los recientes esfuerzos de varios países por acelerar la reapertura de las escuelas, ya sea parcial o totalmente. 

Las escuelas y las instituciones educativas no son sólo lugares donde los niños, niñas y adolescentes aprenden, sino también un espacio seguro para que interactúen, se desarrollen y sociabilicen. Durante la pandemia, América Latina ha tenido más tiempo de cierre ininterrumpido de escuelas que cualquier otra región del mundo. En toda la región se ha perdido una media de 153 días de clase presencial desde que se inició la pandemia. El cierre generalizado de escuelas ha causado la mayor interrupción del aprendizaje en la historia moderna de la región.  

Los datos más recientes de todo el mundo muestran que las escuelas no están asociadas a un aumento de la transmisión del COVID 19, sino que reflejan el nivel de transmisión en la comunidad. Incluso en los lugares con las tasas más altas de COVID 19, la Organización Mundial de la Salud recomienda considerar todas las opciones para continuar el aprendizaje presencial. 

UNICEF, junto con UNESCO[1] y el Programa Mundial de Alimentos, ha elaborado unas directrices regionales para los ministerios de Educación y para los administradores y directores de escuelas con el fin de prevenir la propagación del COVID 19 en las escuelas e instituciones educativas. Para ayudar a mantener la seguridad de los alumnos y los profesores, los gobiernos deben aplicar medidas de prevención, como el distanciamiento social, ventilación de espacios cerrados y el suministro de artículos de limpieza y desinfección, agua limpia y, en otros casos, equipos de protección. 

Datos de países individuales y varios estudios sugieren que los niños menores de 18 años representan alrededor del 8.5% de los casos notificados, con relativamente pocas muertes en comparación con otros grupos de edad.[2] 

La evidencia actual de rastreo de contactos e investigaciones de grupos también sugiere que los niños tienen menos probabilidades que los adultos de ser los principales transmisores de la infección. Por ejemplo, un estudio reciente de la República de Corea de contactos domésticos y no domésticos sugiere que los niños infectados menores de 10 años son menos contagiosos que los adultos infectados.[3]

La transmisión documentada entre los niños y el personal dentro de los entornos educativos es limitada porque muchos países cerraron las escuelas y los niños se han quedado en casa durante períodos intensos de transmisión comunitaria. Los estudios en entornos educativos sugieren que la introducción del virus generalmente comenzó con los adultos. En general, la evidencia de países que han reabierto escuelas o nunca las han cerrado, sugiere que las escuelas no han sido asociadas con aumentos significativos en la transmisión comunitaria. En casos excepcionales donde hubo brotes, se destaca el potencial de propagación dentro de entornos de escuelas secundarias abarrotadas cuando se toman medidas de precaución limitadas e insuficientes. 

El riesgo de un brote en las escuelas y otros entornos educativos donde se congregan los jóvenes está determinado en gran parte por la transmisión comunitaria y los amplificadores de riesgo vinculados al ambiente. El análisis de un estudio de Japón sugiere que una pequeña proporción de casos (20%) propaga el virus a muchos otros, creando conglomerados. Con base en un análisis de las características compartidas de los conglomerados, las autoridades japonesas desarrollaron un concepto llamado las “Tres C” para denotar lugares y situaciones de alto riesgo que deben de prevenirse adecuadamente: 1) espacios cerrados con poca ventilación; 2) espacios abarrotados con mucha gente; y 3) contacto cercano, como conversaciones cercanas sin protección o ejercicio físico a poca distancia de otras personas.[4] 

Teniendo en cuenta que la mayoría de los países están levantando lentamente las restricciones a las actividades y reuniones sociales sin aforo alguno, aún no se han evaluado los efectos a largo plazo de mantener las escuelas abiertas en la transmisión comunitaria. Esto subraya la importancia de la implementación rigurosa de medidas preventivas cuando el COVID 19 continúa circulando en la comunidad. De todas maneras, los riesgos de permanecer fuera de la escuela son demasiado altos, incluso más altos que los riesgos de estar en ellas.


[1] https://www.unicef.org/media/82736/file/Considerations-for-school-related-public-health%20measures-in-COVID-19-2020.pdf

[2] European Centre for Disease Prevention and Control (2020). COVID-19 in children and the role of school settings in COVID-19 transmission. European Centre for Disease Prevention and Control https://www.ecdc.europa.eu/en/publications- data/children-and-school-settings-covid-19-transmission accessed 04 September 2020)

[3] Park, Y. J. et al. Contact Tracing during Coronavirus Disease Outbreak, South Korea, 2020. Emerg. Infect. Dis. 26, (2020).

[4] Oshitani, H. & Experts Members of The National COVID-19 Cluster Taskforce at Ministry of Health, Labour and Welfare, Japan. Cluster-based approach to Coronavirus Disease 2019 (COVID-19) response in Japan-February-April 2020. Jpn. J. Infect. Dis. (2020) doi:10.7883/yoken.JJID.2020.363.