Primeros Apuntes sobre las PASO II

Primeros Apuntes sobre las PASO II

Mucho se ha escrito sobre las elecciones primarias argentinas del pasado 13 de agosto. El resultado “inesperado” y “fuera de programa” tentó a muchos a intentar rebobinar la película y buscar explicaciones en aquellos detalles omitidos o minimizados. La diferencia entre la performance de La Libertad Avanza (LLA) en elecciones subnacionales (Gobernadores e Intendentes) y su más de 30% nacional habría sorprendido -como diría Soda Estéreo- sin “un aviso de curva”.

Lo cierto es que desde aquel entonces se ha buscado entender qué pasó en las PASO, intentando dilucidar qué o quién hay detrás del voto a LLA.

¿Qué?

Para poder empezar a entender quién votó a LLA en las PASO, primero es importante intentar dilucidar qué pasó en las PASO. Y esto que sorprendió quizá no debería hacerlo. Independientemente de la razón y las causas, esto tipo de comportamiento electoral ha sucedido muchas veces en la historia reciente. Lo que sucedió es que los partidos -o coaliciones electorales- tradicionales fueron superados por una fuerza política “novedosa”. Algo similar (pero con una fuerza de izquierda) a lo sucedido en Uruguay en los 70 con el Frente Amplio. O más recientemente en Estados Unidos con una facción “novedosa” dentro del Partido Republicano (Trump), en Brasil con el Partido Liberal (Bolsonaro) o Francia con los Le Pen en la Agrupación o Frente Nacional.

Estamos tratando con fenómenos disruptivos y sorpresivos que suceden generalmente en momentos excepcionales (crisis económicas, sociales o políticas) cuando el electorado entiende que las opciones tradicionales ya no son eficientes para dar(les) respuestas, o que las respuestas que les darían no resultan lo suficientemente efectivas para resolver sus problemas con inmediatez. Así, se identifica a la clase política tradicional como parte del problema, y se buscan alternativas. En esos contextos de desolación ciudadana, la atracción vira hacia opciones electorales novedosas y frescas, construidas bajo el discurso de la anti-política, donde la inexperiencia política se refedine virtuosa: lo político se vuelve viral y “no pertenecer” es la vacuna. El fracaso de lo tradicional le abre camino al outsider.

¿Cómo?

Hasta el momento de escritura de este texto, se ha escrutado el 97,39% de las mesas. Hubo casi 94% de votos afirmativos, casi 5% en blanco y cercano al 1% nulos/impugados. Y votó casi el 70% del padrón electoral.

Esto también ha sido novedoso. En las elecciones legislativas celebradas durante la peor crisis política de la historia argentina, el 14 de octubre de 2001, votó el 75% del padrón electoral. De ese 75%, el 76% fueron votos válidos y 24% votos en blanco o nulos.

Al comparar los dos escenarios podemos entender comportamientos electorales distintos. En el 2001 la ciudadanía fue a votar “normalmente”: ese 75% se ubica cerca del promedio histórico nacional de votantes. Sin embargo, casi 4.5 millones de electores expresaron su malestar votando “a nadie”, y creando así el famoso “voto bronca”. Hace dos semanas, la cantidad de total de votantes fue sensiblemente menor (69%), y muchos de aquellos que votaron habrían expresado su malestar votando “a alguien”, como forma alternativa de manifestar su bronca. De esta forma, el votante desolado y descreído de las opciones tradicionales, o directamente no fue a votar, o decidió canalizar su desencanto re-ilusionándose con una alternativa novedosa.

¿Quién?

Como decíamos al principio mucho se ha intentado analizar y decodificar respecto a quién (o quiénes) está detrás de ese 30,04% de LLA… quiénes son esas 7.116.352 personas. Desde ya, resulta imposible conocer y entender más de 7 millones de biografías, y sin dudas es muy probable que haya tantas razones como casos. Sin embargo, hagamos algún intento.

Mapa 1. Distribución del voto de LLA por provincia (fuente DINE)

Cuadro 1. Votos LLA por Provincia
ProvinciaCantidad de VotosPorcentaje en la Provincia
Buenos Aires2.161.67924,52%
Catamarca53.77824,72%
Chaco180.59928,93%
Chubut124.03039,40%
Ciudad Autónoma de Buenos Aires299.09717,77%
Corrientes181.45629,18%
Córdoba688.68433,61%
Entre Ríos176.16421,98%
Formosa80.75325,50%
Jujuy168.14239,83%
La Pampa66.28032,77%
La Rioja69.60736,42%
Mendoza466.43744,80%
Misiones277.89943,03%
Neuquén156.14739,04%
Río Negro148.43737,29%
Salta318.91049,28%
San Juan143.85834,17%
San Luis135.47147,85%
Santa Cruz52.18928,96%
Santa Fe646.31535,19%
Santiago del Estero142.04226,97%
Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur35.69735,28%
Tucumán342.68135,95%
Fuente: DINE

Analizando el mapa 1 y el cuadro 1 lo primero que vemos con claridad es que LLA es un fenómeno nacional, con valores significativos en los 24 distritos electorales del país. A su vez, podemos entender que es un fenómeno masivo: con un valor máximo de casi el 50% del electorado en Salta y un valor mínimo de casi 18% en CABA. Es decir, no es un hecho marginal, casual o menor.

Y un dato resulta muy interesante. Al analizar la distribución del voto podemos ver que LLA resulta un fenómeno periférico (siguiendo las enseñanzas de aquel icónico escrito de Gibson y Calvo del 2000). Los menores porcentajes los ha sacado en Buenos Aires, CABA y Entre Ríos (típicas provincias del “centro”), mientras que el mayor caudal de votos lo ha encontrado en el noroeste argentino, la región del cuyo y el sur patagónico (y Misiones como “excepción” dentro de la Mesopotamia). Así, LLA parecería resultar un tsunami electoral que avanza hacia la Casa Rosada desde el perímetro funcional del país, hacia las provincias centrales donde se concentra gran parte de la actividad económica, política y social (CABA y Buenos Aires). Esto es, un avance del interior tradicional, conservador y en gran parte rural que reclama protagonismo y busca extender su voz por sobre la Argentina central urbana. Y no-tan-casualmente, por sobre los dos distritos electorales (CABA y Buenos Aires) controlados por las dos coaliciones tradicionales “a derrotar” (Juntos por el Cambio y Unión por la Patria).

¿Y quién está en ese 30,04%? Lo más importante para entender esto es asumir que no hay un único votante, sino una diversidad. LLA ha conseguido unificar espacios, grupos y reclamos diversos, permitiendo coordinar el descontento por sobre los partidos tradicionales y las provincias “centrales”. Su virtud ha sido haber coordinado bajo una única voz una pluralidad casi infinita de angustias.

Con seguridad en ese 30,04% encontramos sectores de ingresos bajos con poca educación de áreas rurales del interior, así como votantes educados de altos ingresos de provincias “ricas” del interior cansados de pagar “los costos de la política” y los “caprichos de Buenos Aires”. Es también un “voto asfixia”: trabajadores asalariados que no llegan a fin de mes, sectores caídos del sistema que no han sido contenidos por las típicas redes estatales o sociales. Son clases medias urbanas del interior en busca de nuevas soluciones para eternos problemas. Son sectores jóvenes que ven bloqueada cualquier posibilidad de progreso o movimiento bajo las típicas avenidas normales de movilidad social, y que buscan soluciones “por la banquina”. Es descontento, desesperanza, desolación como el combustible de la “rebelión” periférica.

¿Entonces?

Desde aquel domingo electoral se ha estado hablado de sorpresa. Sin embargo, este fenómeno no debería parecer sorpresivo, o por lo menos no espontáneo. La sorpresa ha sido para la clase política. Al analizar distribuciones de votos por distritos provinciales y al interior de cada uno de estos, podemos ver cómo esta expresión electoral fue el resultado de un lento, poderoso y “silencioso” (o silenciado) descontento que la clase política argentina tradicional pensó que podía canalizar a través de los canales partidarios normales. Quizás el “aviso de curva” estuvo ahí y la política tradicional no lo supo ver, o no calculó lo pronunciado que sería el giro que se venía pavimentando por debajo. Como sea, lo que se desató (o mejor dicho, se cristalizó) aquél domingo es que el triunfo electoral estaría en la cercanía… ya no necesariamente física o territorial, sino funcional y emocional. Para desarmar o re-enamorar a esta nueva “comunidad del descontento” resulta imperativo acortar la distancia y los acuerdos entre la política y la ciudadanía. La cuarta estrella está en jugar un juego de proximidad.