Inflación por Ingresos

Inflación por Ingresos

La inflación ha sido un tema central en la agenda pública argentina durante los últimos quince años, con una amplia discusión respecto a su importancia y a la factibilidad de distintas soluciones, implementadas o propuestas. Si bien normalmente se menciona su impacto en los ingresos reales de la población, es frecuente la omisión de un desagregado entre distintos segmentos – es decir, cuánta es la diferencia en el crecimiento de los gastos representativos de diferentes grupos de individuos u hogares. Un ejemplo claro de esta dinámica se observa en la brecha creciente entre los incrementos de precios en el índice de precios al consumidor en relación a la canasta básica alimentaria y la canasta básica total: el IPC, que representa los precios del consumo del grueso de la población, creció más lentamente que los gastos representativos de los sectores más pobres durante los últimos doce meses: 108.8% contra 121.4% en abril, respectivamente.

Siguiendo este razonamiento, sería posible comparar la tasa de inflación enfrentada por distintos sectores sociales y, en tanto los datos disponibles lo permitan, estimar valores representativos de sus patrones de consumo. Para hacer esto, se debe comenzar explicando la naturaleza del IPC. Este es un índice que se calcula midiendo los precios de una serie de productos y categorías, asignándoles un nivel promedio a cada uno y, luego, ajustando (ponderando) por el peso (relevancia) que tiene cada rubro en la canasta de consumo representativa de un argentino promedio. No obstante, dado que a distintos niveles de ingreso se consumen distintos bienes, en base a las preferencias, necesidades, y posibilidades de cada persona, cabe considerar que el IPC no necesariamente permita comparar homogéneamente el impacto de una aceleración de la inflación en base a qué bienes estén aumentando y en qué magnitud.

Para definir el “estrato socioeconómico”, un concepto sujeto a amplios debates, se propone utilizar como unidad de medida el nivel de ingresos. El mismo está medido en 5 grupos correspondientes cada uno a un quinto (20%) de la población, llamados quintiles, los cuales se definen desde el 20% más pobre hasta el 20% más rico de los hogares. Para un hogar de cuatro personas, el ingreso necesario para pertenecer al 20% más pobre es menor a 105,600 pesos por mes (en base a datos de diciembre de 2022 actualizados por inflación); para el quintil siguiente, debe estar entre esa suma y 154,440 pesos; para el quintil medio, en cambio, parte del monto previo hasta los 217,800 pesos; para estar en el 60% más rico se deben exceder los 217,800 y no sobrepasar los 327,360 pesos, y cualquier hogar tipo con ingresos superiores a los 327,360 pesos mensuales pertenece al quintil más rico de la sociedad.  

Al mismo tiempo, cada grupo tiene una estructura de gastos distinta, tal como puede observarse a continuación según la Encuesta de Gastos de los Hogares (ENGHO) de 2017/18, que plantea una composición distinta a la del índice de precios de INDEC (que utiliza datos más viejos, ya que se reconstruyó el índice en 2016).

Tabla I: Composición porcentual del gasto por hogares en cada quintil de ingresos.

Fuente: Elaboración propia en base a ENGHO 2017/18 (INDEC).

Gráfico I: Diferencias en la composición porcentual del gasto por hogares entre el primer y quinto quintil de ingresos versus el promedio de la población.

Fuente: Elaboración propia en base a ENGHO 2017/18 (INDEC).

Observando la configuración del gasto por estratos, podemos ver que la proporción del gasto en alimentos es mucho mayor a niveles de ingresos más bajos, lo cual se compensa con menores gastos en gastronomía y turismo, recreación, prendas de vestir, o salud y educación[1] (posiblemente por mayor cobertura pública). En cambio, los niveles socioeconómicos altos destinan más de su consumo a servicios, especialmente en esparcimiento, así como en bienes “de ocio” (prendas, bienes para el hogar, alcohol y tabaco).

Por su parte, el gasto en vivienda es constante a lo largo de los distintos niveles.

Por ende, la inflación afectó más duramente al quintil más bajo de ingresos que al más alto durante los últimos cinco años, debido a que su canasta básica sobrerrepresenta a los elementos de mayor nivel de aumento. En promedio, la inflación que afecta al 20% de los hogares más pobres es casi 1.5 puntos porcentuales -pp- (sobre el total anual) mayor que la inflación que sufre el 20% más rico. Asimismo, una divergencia mucho mayor se da en los últimos doce meses en los cuales fue de 3.2 pp.

A modo de ejemplo, si la inflación fuera del 10% por año, los hogares más pobres sufrirían un aumento de precios del 13.2% según el último dato, casi un tercio más. A nivel mensual, durante abril esta brecha fue de casi un 10%, ya que la inflación para el quintil más pobre fue de un 8.5% mensual, contra un 7.8% para los más ricos.

De modo similar, la dinámica salarial real se reitera: los salarios medios bajaron un 17.7% anual en la economía en marzo de 2023, pero los ingresos reales del quinto más rico del país cayeron un 16.8%, y los del más pobre, un 18.8%. Aún así, se observa un nivel menor de divergencia en el 60% medio del país: una explicación posible corresponde a las diferencias en modalidad de empleo, ya que la probabilidad de pertenecer al sector registrado aumenta a medida que aumentan los ingresos. Dado que los salarios del sector registrado crecieron más que los del sector informal, es posible que diferencias en el nivel de formalidad en los quintiles dos, tres, y cuatro expliquen parte de este fenómeno.

Gráfico: Salario real (dic-2016=100) de los asalariados contra inflación por nivel de ingresos.

Fuente: Elaboración propia en base a INDEC (índice de salarios).

En conclusión, puede verificarse que los argentinos de nivel socioeconómico más bajo  sufrieron en mayor medida la inflación durante los últimos siete años, y particularmente durante los últimos tres. Esto, aun así, omite que tanto los ingresos iniciales como las dinámicas de cada nivel educativo son distintas: por ejemplo, si los trabajadores menos educados son más propensos a trabajar en el sector informal, entonces también tendrían un nivel de ingresos menor y un crecimiento más lento en sus remuneraciones, implicando una disparidad aún mayor. Es posible que esto explique por qué se observan grandes diferencias entre los niveles educativos medios, pero no entre los quintiles de ingresos medios.

Gráfico: Diferencia entre inflación anual del primer y quinto quintil. En puntos porcentuales.

Fuente: Elaboración propia en base a INDEC (ENGHO).

Este hecho estilizado que presenta la inflación en relación a afectar de forma desproporcionadamente negativa a los asalariados de extracción social más baja contrasta con estudios recientes de Estados Unidos (Autor, Dube, y McGrew, 2023)[2], que demuestran que los ingresos reales de los asalariados en el fondo de la distribución de ingresos crecieron, en términos reales, mientras que los del resto de la fuerza de trabajo cayeron significativamente.

Consecuentemente, puede sospecharse que los orígenes del fenómeno inflacionario son relevantes para definir su impacto distributivo: si el aumento de precios proviene de mayores remuneraciones y un mercado laboral más dinámico, entonces favorecerán a los más humildes; en cambio, si responden a aumentos generalizados del costo de vida en un entorno monetario descontrolado, serán los trabajadores más pobres los mayores perdedores.

Dada la frágil situación macroeconómica argentina, y los hechos mencionados anteriormente, resulta evidente que disminuir el ritmo de crecimiento de los precios beneficiaría sensiblemente en mayor medida a los más pobres que al grueso de la población. Asimismo, sin perjuicio de eventuales medidas distributivas (de ingresos) que puedan implementarse, y de la recuperación de la economía real y la generación de empleo, es evidente que la reducción de la inflación es un claro canal para mejorar el entramado social y la situación de vulnerabilidad de los más pobres.


[1] En este caso, el gasto destinado a formación por los hogares pertenecientes al 5° quintil duplica al del 1°.

[2]The Unexpected Compression: Competition at Work in the Low Wage Labor Market”, NBER.