Un análisis descriptivo al mercado de trabajo juvenil

Un análisis descriptivo al mercado de trabajo juvenil

Hechos estilizados del desempleo joven

Las características de empleo joven han sido frecuentemente señaladas por las particularidades que lo diferencian del trabajo en la adultez. La presencia de una dimensión joven-adulto atrajo la atención en la literatura principalmente debido a que su mayor rotación e intermitencias hagan que los más jóvenes migren de un empleo al otro con mayor frecuencia. Esta menor estabilidad en los puestos de trabajo podría generar consecuencias tanto microeconómicas de sustitución de factores o impactos en la función salarial, así como de índole agregada desde modificaciones en las tasas de actividad hasta implicancias en sus sistemas previsionales (principalmente en aquellos de reparto).

Claro está que las relaciones laborales entre aquellos de menor edad suelen ser algo menos constantes debido a una serie de factores que abordaremos más adelante. No obstante, independientemente de los determinantes que confeccionan este entramado laboral juvenil, uno de los principales hechos estilizados en la economía laboral argentina es que “la relación entre la macro y la dinámica laboral afecta transversalmente al conjunto de trabajadores, aunque especialmente a los más jóvenes. Desde el lado de la demanda de empleo joven, en las últimas décadas se observó un mayor número de despidos y un menor número de contrataciones durante las fases contractivas (recesiones)” señala Jorge Lo Cascio. En otras palabras, las contrataciones no lograron cubrir a las salidas en el mercado laboral, ya sea retiro voluntario -renuncias- como involuntario -despidos-. Este fenómeno se enmarca en una economía errática y poco estable, donde el sector productivo tiene un criterio claro para minimizar costos.

En este sentido, los sectores laborales más jóvenes se encuentran más expuestos a los vaivenes macroeconómicos siendo que si bien la caída en las contrataciones durante una recesión afectan al conjunto de la población, esta impacta desproporcionalmente en quienes aportan el principal caudal de ingresantes al mercado laboral, mucho más para una sociedad que se encuentra atravesando su bono demográfico[1] (para más detalles ver https://centrora.economicas.uba.ar/que-es-el-bono-demografico-y-por-que-deberia-importarnos/).

Desde el lado de la oferta, pese a no ser factores determinantes de la dinámica laboral, se constata una mayor intermitencia ocupacional derivada, en parte, de una mayor elasticidad al ciclo económico. En otras palabras, en momentos de recesión económica los jóvenes son una importante variable de ajuste, buscando aportar otro ingreso al hogar; mientras que en momentos de expansión económica son el principal grupo en retraer su participación en el mercado laboral, usualmente para dedicarse a actividades de formación profesional y académica (como se expone en el gráfico n°2).

La incompatibilidad subyacente que emerge es un mercado laboral que, en momentos de menor crecimiento, estrictamente expulsa a aquellos que contemporáneamente están intentando acceder a un puesto de trabajo. “La resultante es una mayor incidencia de los jóvenes en el desempleo, cuya reversión parece ocurrir de manera más lenta y errática en las fases de recuperación económica, en parte debido a una caída en la tasa de actividad (participación), y en mucho menor proporción a una generación genuina de empleo” señala Federico Favata.

Al mismo tiempo, se evidencia una elevada tasa de rotación en el empleo juvenil (entrada y salida del mercado laboral como así también cambios de empleo) que define la voluntad o no de las mismas según una serie de determinantes que combinan características tanto de oferta como de demanda de trabajo. Entre aquellas “voluntarias” se destacan principalmente características de oferta como es la propia decisión de posponer el ingreso al mercado de trabajo debido a una mayor incorporación de capital humano formal, o una mayor rotación fruto del perfilamiento de una carrera laboral ascendente o una exploración o búsqueda de un mejor matching a través del pasaje por distintas ocupaciones.  A su vez la propia impronta juvenil puede asociar un criterio de “mejor” empleo, a una mayor flexibilidad en el mismo, una mayor autonomía y realización, buscándose labores con características usualmente eludidas por la población adulta, por ejemplo, un trabajo partime). Por el contrario, entre aquellas características que hacen a una mayor rotación o salida del puesto por razones no voluntarias se combinan tanto factores de oferta como es la menor dotación de capital humano específico (experiencia en el puesto) como el hecho de que los propios empleadores ubiquen a los trabajadores jóvenes en tareas periféricas de menor envergadura. Este conjunto de interacciones da forma a una morfología de empleo joven, que también condiciona su empleabilidad y que incluso puede generar consecuencias permanentes o efectos de “cicatriz” en el historial laboral de los mismos.

Si bien es importante destacar que esta problemática tiene un origen amplio en distintos países y culturas, resulta especialmente importante remitirse al caso argentino donde sucesivas crisis macro y desajustes laborales pueden tener implicancias no menores en una población con un set vulnerabilidad potencial mucho más amplio. “La situación de los jóvenes en materia laboral se constituye así en una prioridad para los distintos decisores de políticas públicas en la Argentina, donde viven casi 5 millones de jóvenes de entre 18 y 24 años, que representan el 11% de la población total y el 17% de la población en edad de trabajar” sintetiza Julián Leone.

Caracterización del desempleo

Abordando los microdatos del segmento, sistemáticamente, el arribo al mercado laboral supone una tasa de desempleo muy superior al promedio de la distribución de trabajadores. Hurgando algo más profundo y ampliando las aperturas se puede obtener una radiografía más detallada de una dinámica laboral con indicadores más complejos no sólo a nivel agregado, sino también en lo que hace a sus transiciones y correspondencias de atributos.

Si bien el consenso circunscribe a la población joven por debajo de los 30 años, ir un paso más allá de las nomenclaturas tradicionales nos lleva a dividir a los mismos en tres espectros: de 15 a 20 años, de 21 a 25 y de 26 a 30 años. En base a esta nueva segmentación se desprende que desde 2018 a la fecha 1 de cada 3 jóvenes menores de 20 años que se hubiesen incorporado al mercado laboral, se encuentran desempleados. Del mismo modo, el intervalo de 21 a 25 años detenta una tasa de desocupación promedio del 20%. Esto no resulta menor, dado que la dispersión se amplía conforme aumente el rango etario: superados los 30 años, la tasa de desempleo promedio entre 2018 y 2021 se ubicó en 6,5%. De este modo, los segmentos más jóvenes triplican y quintuplican la tasa de desempleo adulta.

 

                                                  Fuente: Elaboración propia en base a INDEC

Por otro lado, analizando la dinámica del desempleo, puede constatarse que desde 2004 (inicio de la recuperación post crisis de 2002) a la fecha, parte de la disminución del nivel de desocupación obedeció a una reducción en la tasa de actividad.  En otras palabras, menos personas participando en el mercado de trabajo implica menos personas pujando por la misma cantidad de puestos laborales.

Sin embargo, se constata que este cambio en la tasa de actividad es prácticamente invariante al ciclo económico para mayores a 30 años, mientras que resulta muy elástico para los segmentos más jóvenes, exhibiendo una mayor flexibilidad de la oferta de mano de obra juvenil ante escenarios recesivos. En tal sentido, en períodos de menor actividad económica (o recesión) se produce un efecto por partida doble, donde al aumento de la oferta de mano de obra -juvenil- se le adiciona una demanda que no logra absorber ese excedente laboral. Durante recesiones se produce una desaceleración en la ratio de contrataciones que afecta principalmente a aquellos que aportan el mayor flujo de ingresantes. Análogamente, a medida que el producto y la actividad mejoran, la participación de estos se reduce sistemáticamente.

 

                                                    Fuente: Elaboración propia en base a INDEC

Por último, no resulta extraño que ¾ partes del desempleo se concentre en personas con bajo nivel de instrucción, pues tan sólo un tercio de los desocupados cuentan exclusivamente con título secundario, mientras un cuarto ni siquiera declara haber alcanzado la graduación del nivel medio. Sin hacer ningún tipo de análisis de causalidad, es cierto que esto daría dimensión que la porción más afectada a la falta de empleo es la menos calificada, no casualmente coincidente con el segmento más joven de la población. Esto parecería coexistir con una falla de matching entre credenciales y especialización de tareas, donde a pesar de contar (o no) con un mayor grado de formación, la falla de mercado prevalece, sembrando otros interrogantes sobre la dinámica laboral.

“Se verifica una escasa  correspondencia entre calificación ocupacional y las credenciales educativas, especialmente entre los jóvenes. Así, se vuelve moneda corriente encontrar graduados de carreras del nivel educativo superior realizando tareas periféricas o poco calificadas. De forma alterna, los empleadores parecerían ponderar con mayor fuerza la experiencia laboral en los puestos de mayor jerarquía.” Menciona Jorge Lo Cascio

De este modo, puesto que además el fenómeno transciende la eventualidad y se posiciona más bien como un hecho estilizado, da pie a una incógnita relativo a las causas que lo generan i) un exceso de oferta de mano de obra joven que no reúne las calificaciones necesarias (skill shortage) y ii) una demanda poco permeable a absorber este tipo de trabajadores.

Caracterización del empleo

En línea con esto último, el problema subyacente en la contratación de mano de obra joven no parecería ser, a priori, por falta de dotación educativa. De hecho, observando la cola más baja de la distribución laboral, se aprecia una mayor participación de personas en tareas de nulos requerimientos, aun cuando el porcentaje de participación de gente con escasa dotación educativa es igual o menor que en adultos. Todo esto da pie a suponer a que existe un problema de oferta, pero desde la acumulación de capital humano específico, o bien que la demanda por alguna razón no elige a los jóvenes para estas tareas (presumiblemente por una cuestión de expertise laboral que representaría una de las principales variables de screening que utilizarían los empleadores). En este sentido, los resultados a los que abordan Favata, Leone & Lo Casio (2019) sugieren que, en base al modelo de regresión lineal múltiple utilizado, el premio (diferencial) a la educación superior es más alto para el promedio de edad que para el segmento joven. En otras palabras, contar con un mayor grado de especialización (título) es una variable explicativa que toma peso conforme aumenta la edad cuando refiere a los determinantes de la contratación laboral, de esta forma, no sería un factor decisivo para el segmento más joven.

Por otra parte, la informalidad histórica de Argentina alcanza ni más ni menos que al 33% de los empleados. No obstante, el relato es algo distinto hacia el interior del indicador, donde la mayor participación de trabajadores informales recae en el segmento más joven. esta tendencia de informalidad se repite en el intervalo de 21 a 25 años (ya en edad de trabajar) donde el 46% declara no estar registrado incrementándose 7 pp. respecto a 10 años atrás.

Conclusiones

Dadas las adversidades que enfrentan en especial los jóvenes a la hora de conseguir un empleo, se produce un marcado perfil de inserción sectorial (sesgo), en industrias con relaciones contractuales inestables, especialmente de menor calificación ocupacional y mayor desempeño en puestos secundarios para los cuales la experiencia y la formación en el puesto de trabajo se vuelve marginal. Esto genera una menor acumulación de experiencia en el trabajo y, por tanto, mayor inserción en tareas periféricas y de menores requerimientos educativos, lo cual potencia un peligroso circuito para el empleo joven. Al mismo tiempo, esta dinámica siembra los incentivos para una continua persecución laboral por parte de los más jóvenes que les permita alcanzar el trabajo que mejor se adapte a sus aspiraciones profesionales, alimentando el mecanismo antes mencionado de mayor rotación y, consecuentemente, menor especialización.

Sin perjuicio de ello, la brecha salarial observada para las calificaciones más altas no es enteramente explicada por la amplitud educativa, generándose entonces un círculo vicioso donde los jóvenes se insertan en un perfil de empleo que gesta las propias condiciones para su salida tanto hacia el desempleo como la inactividad.

Por último, una mayor participación de jóvenes en el mercado laboral genera una afluencia de mano de obra, pero no justamente calificada, deprimiendo los salarios de las posiciones menos técnicas y generando una escasez relativa de personas capacitadas, impactando potencialmente en la prima salarial de aquellos que sí lo están.

Bibliografía consultada

Favata, F., Leone, J., & Lo Cascio, J. (2021). Youth employment in Argentina: first effect of the pandemic. Actas LVI Reunión Anual AAEP. Ciudad de Buenos Aires.

Maurizio, R. (2011). Trayectorias laborales de los jóvenes en Argentina: ¿Dificultades en el mercado de trabajo o carrera laboral ascendente? Cepal.

Yacobitti Emiliano B, Leone Julián G, De Luca Andrés Matías (2022). Argentine Education: A Tax Analysis from a Social Returns Perspective. SunText Rev Econ Bus 3(2): 160.


[1] Ventana temporal donde la tasa de activos supera a la tasa de pasivos, generando posibilidades de ahorro en una sociedad que enfrentará cierto grado de envejecimiento en el futuro.